lunes, 9 de marzo de 2009

Reflexiones sobre "¿Existe música en el hombre?" de John Blacking

  • ¿Que diálogos propone la música?
    La música en el contexto social propone un diálogo de participación colectiva sobre el cual se entiende el desarrollo completo de la actividad musical humana.

  • ¿Que disciplinas permiten al autor nuevas preguntas a la música?
    La antropología ya que con ella logró estar en contacto con otras culturas, entender su estructura social y la función inherente de la música en estas culturas.
    La biología, ya que el autor busca fundamentos biológicos de la actividad musical, convencido de que la expresión música es una constante de la especie humana, existiendo elementos de comportamiento universal en la actividad musical.

  • ¿Por qué ve pertinente en la actualidad la reflexión del autor?
    Es pertinente la teoría de Blacking ya que desde su intervención teórica, la musicología no ha disociado a la música de su contexto social como si se tratara de de un objeto o de una realidad independiente.
    También es pertinente la relación que plantea Blacking entre la etnomusicología y la musicología. Para él eran dos disciplinas complementarias, y en la actualidad la brecha entre estas se ha estado angostando.

  • ¿Qué inquietudes plantea el autor acerca de la relación música –sociedad?
    Blacking plantea que todo individuo tiene la capacidad biológica de ser músico o intérprete en tanto que la sociedad haya hecho partícipe al individuo en su crecimiento. Hace una clara diferenciación: entre la cultura Africana Venda en la que todos, desde pequeños, hacen parte de los eventos musicales ligados a su estructura social, todos son parte fundamental de la música; y entre la música occidental Europea en la que los individuos son excluidos por ser “amusicales”, quizás producto del capitalismo.
    Finalmente expone Blacking que la música occidental no es superior debido a su complejidad, ya que no debe confundirse simplicidad con arcaísmo: “La función de la música es reforzar ciertas experiencias que han resultado significativas para la vida social, vinculando más estrechamente a la gente con ellas”.

Mi posición en la música clásica occidental.

En el siglo XXI el concepto reinante es el del pluralismo, quizá producto de la globalización y el avance de las tecnologías de la comunicación que hacen del mundo un lugar “sin fronteras”. El arte es una vívida muestra de ello. En la actualidad pareciera que el arte está en tinieblas, no hay una teoría concreta, no hay una corriente definida, ni una ideología que prime en cuanto a técnica o concepto. Como diría el crítico de arte y filósofo Yves Michaud: “El arte está en estado gaseoso”.

Ahora abundan las ideologías, las técnicas y el intercambio cultural y espiritual. Podemos hablar de un pseudo-nacionalismo como de un universalismo ya que las diferencias enriquecen el panorama artístico dándole infinidad de posibilidades. El siglo XX fue de cuestiones severas al arte, al pasado, a la historia del arte, pero ahora en el siglo XXI se puede vivir en comunión con esta historia, sea para criticarla o para aprender de ella. El hecho de admirar un cuadro de Rothko no nos invalida para admirar en el siguiente minuto un cuadro de Vermeer y luego un performance de María Teresa Hincapié.

La música, como creación, como una de las artes, no se escapa al dilema de la actualidad, que no abarca solo el “qué” sino también el “para qué”. El caso específico de la música tiene un elemento diferente a las otras artes y que es decisivo en su existencia: la música solo vive en el tiempo, en la duración del sonido, desde su nacimiento hasta su muerte y es allí donde aparece un tercer elemento entre el arte y el público: el intérprete.

El intérprete es fundamental en el proceso creativo de la música, porque no es quien repite una obra, es quien la recrea, quien la trae nuevamente a la vida para un público que merece conocerla, apreciarla y decidir qué tanto de ella aceptar como regalo, expresión, enseñanza o simplemente disfrute de quien la compuso y del intérprete mismo.

Mi función como intérprete de la música occidental es hacer parte de uno de los tantos engranajes que existen para la creación musical, ya sea en una orquesta, en música de cámara o como solista. Mi percepción de la música y el hecho de poder vivir, recrear y sentir una obra maestra del arte, que primero experimenté como oyente, fue lo que me llevó a estudiar violín. Dominar la técnica para luego liberarse de ella en el escenario es el primer paso de la creación, es ahí donde el publico, la tercera e imprescindible parte del proceso, se confronta con el arte, con el genio, con la obra maestra o con lo que alguien quiere proponer al mundo.

La música se encuentra en el pluralismo de la actualidad. Ahora hay infinidad de posibilidades de crear pero, como lo mencioné anteriormente, el pasado es importante para la creación del presente. Hoy en día se compone y se interpreta de muchas maneras, pero ningún estilo invalida al anterior: en un mismo concierto se pueden tocar obras de Mozart y de Bach como de Messiaen o Boulez. Así mismo el intercambio cultural brinda la posibilidad de no solo quedarse en la música clásica occidental, sino aprovechar las oportunidades de conocer otras maneras de música que también son una opción para el compositor, el intérprete y el oyente.

Desde mi función de intérprete mi finalidad es hacer colores con los sonidos y hacer de estos toda una experiencia musical para un público que finalmente le da sentido a la música misma. Mi posición es, entonces, tanto de oyente como de creador, de receptor como de transmisor; partiendo de mi propia experiencia sensible, tengo como finalidad la de despertar en el público, por medio de mi interpretación y de mi creación artística, la percepción que la música requiere para ser apreciada.

lunes, 2 de marzo de 2009

La música como un asunto fundamental de las culturas.

La música siempre ha sido una de las actividades inherentes en el hombre de todos los tiempos, lugares y culturas. Desde que el hombre fue consciente de su voz y empezó a articular el lenguaje, llegó también el ritual, la magia, la religión. Quizás fue en estos momentos mágicos en donde podemos encontrar los albores de la música, en sonidos emitidos como una manera de exaltar a los espíritus y dioses para el beneficio humano.

La música como parte indispensable del culto fue entonces un elemento de unión entre los miembros de la sociedad, pues era la manera en que todos eran partícipes de una creencia en el ritual, eran parte activa de un canto, de una danza o de una fiesta para pedir o agradecer a las fuerzas del universo (dioses, deidades, espíritus) que les proporciona lo que son y lo que tienen.

La música entonces tuvo y tiene una asociación con lo mágico y con lo sagrado; pero más allá de eso podemos observar el papel fundamental de la música como elemento cohesivo de cada cultura. La música le puede dar unidad a toda una población, es el significado de las condiciones sociales, económicas e históricas que identifican y distinguen una cultura de otra.

Muchos otros factores se pueden tener en cuenta, el sentido de las expresiones musicales se ve afectado por cuestiones psicológicas, sociales, culturales e históricas; pero indiscutiblemente la música como parte de la cultura pasó del ritual y lo sagrado a permear en todos los aspectos de la vida cotidiana, y desde entonces ha estado presente en todas las congregaciones y manifestaciones de personas de una misma sociedad, desde cultos y rituales hasta fiestas y celebraciones.